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Casi un paseo normal.

  • Daniela Michelle Zabala Arango
  • 16 may 2015
  • 4 Min. de lectura

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Jamás olvidaré lo que sentí aquel día cuando empecé a ver caer esos pequeños terrones de tierra que caían en el carro, mientras estábamos en un taco esperando volver a Medellín.

Todo comenzó cuando de improviso salimos hacia los Tamarindos con mi familia en el año 2007, está idea la había dado una prima mía, que por cierto es muy activa, siempre tiene algún plan y un lugar donde quiere ir de acuerdo a sus ánimos y tenía ese poder de convicción que hace que las cosas sucedan tal como quiere en la mayoría de las veces.

Estábamos muy entusiasmados pues nos gusta pasar el tiempo juntos. Ese día partimos a eso de las 8 de la mañana desde mi casa, emprendimos rumbo hacia nuestro destino. Para llegar a los Tamarindos se necesita pasar por el Túnel de Occidente y ese día corríamos con la mala suerte de encontrar cerrado el túnel. Como nada nos iba a parar en nuestra decisión, decidimos irnos por un camino alternativo, era más largo pero se podía llegar, así que cogimos rumbo hacia esa vía alterna. El viaje duró una hora, o por lo menos eso pensé yo, pues no se me hizo largo porque íbamos escuchando música, contando chistes, etc…, el ambiente era muy ameno.

Al llegar a los Tamarindos, nos fuimos rápido para la piscina y los toboganes para aprovechar el día. En el transcurso de la tarde nos iban llegando rumores acerca de la apertura del túnel, sin embargo, ninguna noticia parecía alentadora pues había un derrumbe cerca del túnel, causado por los fuertes cambios climáticos que en esa época se estaban dando, y no había paso. Así se pasó toda la tarde en los Tamarindos, entre la piscina y los rumores de cómo iba el acceso al túnel. Cuando era hora de partir ocurrió lo inesperado, el túnel estaba abierto, la noticia en el lugar corrió rápido, pues pasar por el túnel era la forma más rápida de volver a Medellín, así que casi como una telepatía colectiva todos empezamos a correr para llegar al carro y regresar a la cuidad, y para completar comenzó a llover, parecía irreal, pensé, todo se veía como una película en donde los personajes salen corriendo frente a una gran amenaza.

Una vez en el carro emprendimos camino, pero no todo es tan fácil, había una gran cantidad de carros lo que provocó un trancón en la carretera. El taco no avanzaba rápido, por el contrario cada vez parecía que se movía más lento. Al ver esto los carros que estaban de últimos empezaron a retornar para buscar el camino alterno por el que habían llegado, y así aprovechar la poca luz solar que había. Mi familia y yo decidimos hacer lo mismo, fue una de las mejores decisiones tomadas ese día, mientras los carros daban vuelta y nosotros esperábamos “el turno”, empezamos a ver caer pequeñas partes de tierra y luego se tornó más frecuente, cuando nos tocó reversar esa parte de la montaña en que estábamos había comenzado a desmoronarse lentamente.

En ese momento el miedo me recorría y lo único que recuerdo es el sonido de fondo con la música de los Guns N’ Roses, hoy en día cuando la escucho todavía tengo ese temor que sentí aquel día, afortunadamente el conductor, padre de mis primas, un hombre ágil manejando bajo presión, alcanzó a reversar a tiempo junto con otros carros antes de que no se pudiera pasar por ahí.

En el nerviosismo que sentimos al ver caer esos pequeños trozos de tierra, no sabíamos qué hacer pues la vía alterna era peligrosa para conducir de noche y además estaba cerrada al parecer por un derrumbe, así que decidimos buscar un hotel en San Jerónimo, sin embargo no tuvimos éxito pues la mayoría de hoteles estaban llenos, y los disponibles no eran el mejor lugar para pasar la noche, mientras rondábamos por el pueblo sin saber qué hacer, mi madre y su hermana llamaron a una prima que posee una finca cerca al pueblo, la cual nos podría brindar ayudar y de paso podríamos levantarnos al otro día y meternos a piscina eso pensó mi prima. Esas llamadas dieron resultado pues nos iban a prestar la finca para pasar la noche.

Mientras salíamos hacía la finca, un policía nos informó sobre el túnel y que podríamos regresar de manera segura esa misma noche. Lamentablemente mi madre, mi tía y su esposo decidieron que era mejor regresar pues al otro día teníamos que ir a estudiar, lo que me pareció un infortunio pues yo aún desconfiaba de lo viable que era pasar por el túnel, y regresar a casa y por supuesto mis primas y yo queríamos ir a piscina.

Afortunadamente todo salió bien, la carretera estaba bien, se podría decir, pues yo aún veía los rastros de tierra a los lados, lo cual me generaba aún más desconfianza, sin embargo todo transcurrió con normalidad en el resto del camino, y pudimos llegar a casa y descansar.

 
 
 

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