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Un hombre atrapado en su pasado

  • Daniela Michelle Zabala Arango
  • 16 may 2015
  • 4 Min. de lectura

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Kid Pambelé, o menos conocido como Antonio de Cervantes era campeón mundial de peso Walter Junior en 1972, se retiró del boxeo en 1983.

Pambelé nacido en Palenque donde era un niño doblegado por la aspereza de su rutina diaria: Tenía que madrugar a buscar el agua, arrear las hojas de bijao para envolver los pasteles que hacia su madre, cortar una carga de leña, vender pescados de casa en casa- y por la tarde llevarle a sus abuela, en Cartagena, un bulto de plátano verde para que ella los revendiera en el Mercado del Arsenal. Era el mayor de seis hermanos. Esa circunstancia, sumada a que el otro varón de la familia era todavía un bebé y a la ausencia prolongada de su padre, le impuso desde muy temprano obligaciones de adulto.

A sus 10 años se mudaron para Cartagena a un pueblo llamado Chambacú, donde comenzó a trabajar vendiendo cigarrillos de contrabando. Allí Pambelé se dio cuenta de que si quería obtener plata debía ser boxeador, sin embargo, no era muy bueno pues no tenía ritmo y casi todos sus golpes los fallaba.

Pambelé fue mejorando su técnica y logro ser el 28 de octubre de 1972 el campeón mundial de peso Walter Junior. Según Juan Gossain fue el colombiano que nos enseñó a ganar, luego de su victoria Pambelé se codeaba con la gente más importante de Colombia. Se casó con Carlina Orozco, tuvieron tres hijos: José Luis, Rubén y Lucy.

Fue un ser generoso, no le debía un centavo a nadie. Al contrario se quitaba la ropa para regalarla. Sudaba para conseguir lo que necesitaba. En vísperas de un combate no tomaba gaseosa, le hacía mala cara a la grasa, se apartaba si veía un sancocho. Cero trasnocho, mucho trote. Hasta pasaba la noche en un cuarto independiente, estudiando los videos del boxeador que iba a enfrentar, analizando por dónde era que le iba a meter uno de los puños esos que, según el periodista Melanio Porto Ariza, tenían cloroformo.

En total realizó 21 combates de título mundial, un récord para la división Walter junior. En 1980, cuando perdió la corona, los colombianos entendieron que esa era la consecuencia lógica del desorden, pues era adicto al alcohol y al bazuco.

Estuvo en el Hospital San Pablo en Cartagena y en el Hospital siquiátrico de la Habana, pues si problema con las drogas y el alcohol era muy fuerte. Él médico Christian Ayola declara que las drogas y el alcohol no ocasionaron el problema de Pambelé, como todo el mundo cree, sino que lo agravaron. Ayola descarta, además, posibles secuelas del boxeo, ya que Pambelé no fue un hombre golpeado. “Yo estudié su cerebro y no tiene ni unas sola lesión neurológica”, agrega. “Mi diagnóstico es el siguiente: Trastorno bipolar enfermedad maniaco-depresiva”. Según Ayola, se trata de un mal genético que Pambelé heredé de su madre, doña Ceferina Reyes. “Obviamente, en el caso de él la crisis se recrudece por el uso de sustancias alucinógenas y por su sentido totalmente errado del éxito y del fracaso”.

A los 49 años había perdido la estampa magnífica del pasado. De la musculatura que en su época de boxeador causaba admiración en las ruedas de prensa no quedaba ni la sombra. Apenas los huesos continuaban allí: Largos, nudosos, escasamente forrados por el pellejo. Nada de uñas pulidas, nada de bigote recortado en forma milimétrica. Se veía desgreñado, sucio. La bata ancha aumentaba su aire de huérfano. En sus brazos tan flacos sobresalían las venas, gordas y tensas. La piel negra ya no refulgía sino que se asemejaba al hierro oxidado. Donde antes brillaba un diente recubierto de oro con sus iniciales engastadas, había ahora un portillo oscuro que inspiraba pesar. Sus ojos no parecían hinchados por el llanto sino por una paliza.

A causa de su problema Pambelé derrochó un millón y medio de dólares, remató los ocho apartamentos de Bocagrande y los cinco del Edificio Comodoro. Pambelé llegó al banco en bermuda, camisilla y chancletas, y retiro 10 mil dólares por ventanilla. Pambelé vació las tres cuentas corrientes y las dos de ahorros. Pambelé ferió los últimos 50 mil dólares que le quedaban de sus propiedades en Venezuela. Pambelé vendió su colección de vehículos de lujo y quién sabe en qué se gastó la plata. Pambelé cambió una finca de 300 hectáreas por una noche de farra. Pambelé dejó perder hasta la casa que le había regalado a su mamá, Ceferina.

La casa-finca de la familia Cervantes Orozco, único vestigio que queda de la fortuna de Pambelé, está ubicada en el pueblo de Turbaco, a una hora de Cartagena. El problema de mi papá es ese- dice ahora Rubén-. Él no quiere aceptar que ya no es campeón mundial. A nosotros nos han dicho los médicos y varios conocidos de él, que eso es lo que le hace más daño, asegura José Luis y agrega La pensión mensual que el gobierno le da a Pambelé por haber sido un símbolo del deporte –un millón y medio de pesos- solo ha servido para patrocinar a sus desórdenes.

Pambelé e volvió inquilino asiduo de calabozos y hospitales. Lo vieron sin dientes en Armenia y sin Zapatos en Tunja, se desaparecía y nadie lo encontraba, hasta que estaba sin plata o buscando problemas en la calle.

Festeja cada 28 de octubre- día en que ganó el título mundial- con una borrachera tremenda. Pambelé compitió contra: Nicolino Locche, Chang Kil Lee, Victor Millón Ortiz, Héctor Thompson, Norman Sekgapane, Peppermint Frazer, Lion Furuyama, Kwang Min Kim, Wilfredo Benítez, Benny Huertas y Yasuaki Kadota. Y todas las peleas las recuerda de memoria, se sabe cada detalle, en que parte del ring calló y con qué golpe derribo a sus contrincantes.

En octubre 1998, Pambelé fue incluido por expertos internacionales en el salón de la fama, recibió como premio un anillo de oro que tenía su nombre en alto relieve.

Miguel Gómez, su actual empleador, dice que es la persona más mentirosa y manipuladora que haya conocido. Gómez le ha aguantado muchas fallas, en Manizales, tuvo que ir en persona a sacarlo de una bodega, donde estaba revuelto con seres cadavéricos que llevaban varios años consumiendo bazuco sin ver la luz del sol. Después en Bogotá, debió hospitalizarlo de emergencia, porque la mesera de un restaurante del barrio Santa Fe le había partido el pómulo con una botella. Lo peor no son sus desmanes sino sus mentiras.

Ejercicio basado en: El oro y la oscuridad: La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé. Por: Alberto Salcedo Ramos.

 
 
 

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