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Un viaje eterno en un taxi

  • Daniela Michelle Zabala
  • 16 may 2015
  • 7 Min. de lectura

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Yo agradezco mucho a la vida, que ese hombre me haya tirado esos cinco mil pesos para el taxi para llegar más rápido a la casa, antes de que llamará el 123 a mí mamá, porque donde yo no hubiera llegado y a mi mamá le digan a su hijo se lo llevaron en un taxi, le da un infarto a la vieja.

El 6 de enero de 2014, domingo festivo, una amiga estaba cumpliendo años y lo iba a celebrar en la 33, entonces decidimos encontrarnos en la iglesia el Divino Maestro, del barrio Santa Mónica, bajamos y nos encontramos veinte personas, luego de un tiempo la gente se fue yendo y quedamos tres amigos, Davo, Mauro, y Johan. Ellos empezaron a decir que nos fuéramos caminando hasta la 35, para que el taxi nos saliera más barato. Yo le dije: A mí me da cosa. Ellos me dijeron que dejara la bobada, que no iba a pasar nada, que yo si era miedoso. Nos fuimos caminando, eran como las nueve de la noche cuando pasamos por el puente que se llama La Frontera, y me acuerdo que ese día pasó el man de Fruco y sus Tesos en una camioneta saludándonos y nosotros, no lo podíamos creer, nos dijimos unos a otros: Parce, nos saludó Fruco. De la emoción le dijimos: ¡cántanos Tania!, pero el man siguió y se fue, entonces seguimos caminando y pasó un taxi, y los que iban en él sacaron la cabeza y nos insultaron, a mí se me hizo extraño. Resulta que la gente que iba en el taxi, eran amigos de Johan, el más relajado el que no le temía a nada y al que nunca le pasaba nada, me acuerdo, que andaba todo relajado con el iPhone en la calle, hablando por teléfono y yo le decía – Parce guarde eso y él me dijo – Ah, deje de ser miedoso.

Después pasó otro taxi y nos cerró el paso y yo no sé porque, pensé que eran los amigos de Johan y yo me acerque para abrir la puerta, cuando se bajaron tres manes con armas y nos dijeron: Quietos gonorreas, por instinto todos salimos corriendo, yo noté que ellos tenían pistola con silenciador, y mientras estaba corriendo, me dije a mi mismo: Momento, momento tienen un arma con silenciador, entonces para que no me dispararan, me agaché y me cubrí la cabeza. Yo fui el que quede más cerquita de esos hombres y al lado mío estaba Johan, no sé si por lo mismo que pensé yo o por otra cosa, el caso es que me cogieron a mí, me cogieron de los brazos, me decían: ¡Vámonos gonorrea!, yo hice fuerza, me tiré hacia abajo diciendo no, no, no, me pusieron el fierro en toda la frente y me dijeron: Nos vamos gonorrea y al ver la pistola apuntándome pensé, bueno llévenme, y dejé de hacer fuerza, me montaron al taxi, este arrancó conmigo, ya dentro del taxi me acostaron y me cogieron a golpes con las pistolas, yo sentía el sonido –tan, tan, tan, tenía mucho miedo no sabía que podía pasar.

Pase el celular, como demandaron ellos, denos la plata, entonces yo me incline y saque mi billetera y les di la plata, pero ellos me dijeron, no pásela toda, y me la arrebataron y se fueron todos mis papeles y pensé que martirio volver a sacar todo eso.

Me dijeron, que más tiene y yo le dije parce vea tengo estos cigarrillos, este chapstick y está candela y se pegaron de esas tres cosas, el taxi paró en un semáforo, yo levante la cabeza, ellos me agacharon y me cogieron a golpes otra vez, volví a sentir el sonido – tan, tan, tan, me pusieron las dos armas a lado y lado de la cabeza, yo sentí ese metal frío en la cien y me dijeron: Que hubo gonorrea, se lo va a hacer estallar o qué?. Yo me quede callado por un segundo y les dije no, no relájense, y volvieron a preguntarme que más tiene, les dije parce no tengo nada más, me preguntaron por el valor del celular y yo le dije vale como 500mil pesos, en realidad en esa época valía un poco más, pero ellos sorprendidos exclamaron ¡500mil!, ya nos hicimos el día, y dijeron vámonos para la casa.

Lo juro, yo ahí ya tenía las bolas en el cuello y cuando dijeron eso, creo que se me hizo un bulto en la cabeza en la parte de atrás del susto que tenía, el taxi pasó el semáforo cuando escuché, bueno ya déjenlo acá. Me tranquilicé un poco al saber que no iban para mi casa, me voltearon boca abajo por última vez, me tocaron a ver que más tenía atrás, abrieron la puerta, me tiraron del carro y me dijeron sus amigos son unas gonorreas, entonces salí corriendo para el lado opuesto al que había seguido el carro. Yo no mire placas, no se me ocurrió sino correr, y a los 20 segundos pasó una patrulla de policías, los pare y les conté lo que me había pasado, me preguntaron por las placas del taxi, yo no sabía cuál era la placa, pero si sabía cómo estaban vestidos así que les dije: Uno está vestido con una chaqueta roja, los dos de adelante tenían una chaqueta amarilla, y atrás van tres tipos entonces ellos arrancaron, sin embargo, cerca de donde me dejaron esos hombres, queda La Adventista donde está una glorieta y pasan muchos camiones, era muy difícil que los encontraran.

Un hombre que estaba en una balcón medio escuchó, y me pregunto qué era lo que me había pasado, yo le conté, con una voz muy agitada por el susto y por la corrida, que me habían robado todo en un taxi, y cuando termine me dijo parce vea y tiro cinco mil, para el taxi, para que se vaya para la casa me dijo, y yo solo le dije parce mi Dios le pague, y cogí el taxi para llegar más rápido a mí casa.

Cuando el taxi llegó a mi casa, yo vivía en una segundo piso así que subí las escaleras con las últimas fuerzas que me quedaban, mi mamá me abrió, cuando llegué al marco de la puerta me desplome y caí al suelo. Mi mamá dice que ella no me reconocía la cara del susto que tenía, estaba desfigurado y pálido. Le conté lo que me pasó y ella preocupada empezó a decirme que llamara para bloquear el celular, las manos me temblaban tanto del susto y los nervios, que yo no era capaz de marcar, en ese momento le sonó el celular a mi mamá, era el 123, me enteré luego que Johan le había dado el número de celular de mi mamá a la policía por eso la llamaban, ella no quería contestar porque pensaba que eran los ladrones, pero yo mire y dije conteste que es el 123, entonces en esa llamada le dijeron: A su hijo lo acabaron de montar en un taxi, y mi mamá les agradeció por haberla llamado y le informó que yo ya estaba en la casa.

Para calmar los nervios, me serví unos vasos de Buchanan’s que había en la casa, al rato, llego la policía, llegaron por ahí 20 o más policías en diferentes vehículos oficiales, y todos repletos de uniformados, y de esos vehículos se bajó un general y me dijo: Que hubo parce, yo pensé que lo habían matado, entonces yo le toque el hombro y le dije, con una medio sonrisa en mi rostro, yo también pensé que me habían matado, el general me dijo que mucho cuidado, que no anduviéramos tan solos, que siempre en combos grandes, que nosotros vivíamos en una zona muy buena pero rodeado de malos vecinos, seguramente esos ladrones eran de Belén afirmó, luego él dijo, infórmele a los otros que él ya está en la casa, y me dijo parcero sus amigos están es un escándalo en la 35. Yo me sorprendí mucho, no pensé que fueran a hacer eso.

Me senté y empecé a tomarme el whisky, cuando llego el gordo en la moto, era un amigo alto y extrovertido, me pregunto cómo estaba yo le dije que bien y me dijo espera ya vuelvo, cuando al rato, yo estaba en el balcón de mi casa y mire para el fondo de la calle y venía mucha gente, muchos amigos corriendo, hasta los papás de un amigo, apenas les abrí la puerta me empezaron a abrazar, con la alegría de que me encontraba bien y de que no me hubieran matado.

Me empezaron a contar que al principio nadie creía, les decían- parce ustedes si son bobos, con eso no se juega. Como éramos los más desatinados, los que siempre hacían las bromas más pesadas, pensaron que estaban jugando, dice otro amigo- cuando vimos que era enserio, todos nos vinimos de esa fiesta, menos la cumpleañera, y no nos acordábamos que te habías pasado de casa, estábamos en la otra casa y no vimos a nadie pensamos que te habían llevado para la fiscalía o el hospital, nos quedamos en la acera como cinco minutos hasta que alguien dijo como parce verdad, él se había pasado de casa, el gordo dijo verdad, y arranco en la moto para ver si yo estaba en la casa. Para avisarles a los demás, por eso era que había venido y se había ido.

Ellos me decían parce que quiere y yo en medio de los nervios, solo quería un trago, me compraron una garrafa de guaro y nos fuimos para la casa del gordo, que vive a dos cuadras de mi casa, y allá nos tomamos la garrafa, ahí pasamos la noche, hasta llegó la cumpleañera a la que todos habían dejado plantada, estaba enojada porque no habíamos vuelto a ir pero yo no hubiera sido capaz, tenía mucho susto.

 
 
 

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